La leche cruda o leche bronca no sería apta para su comercialización y
consumo sin ser sometida a ciertos procesos industriales que aseguraran que la
carga microbiológica está dentro de unos límites seguros. Por eso, una leche con
garantías de salubridad debe haber sido ordeñada con métodos modernos e
higiénicos de succión en los cuales no hay contacto físico con la leche.
Después de su ordeño, ha de enfriarse y almacenarse en un tanque de
leche en agitación y ser transportada en cisternas isotermas hasta las plantas
de procesado.
En dichas plantas, ha de analizarse la leche antes de su descarga para
ver que cumple con unas características óptimas para el consumo.
Entre los análisis, están los físico-químicos para ver su composición en
grasa y extracto seco, entre otros parámetros, para detectar posibles fraudes
por aguado, los organolépticos, para detectar sabores extraños y los
bacteriológicos, que detectan la presencia de bacterias patógenas y de
antibióticos. Estos pasan a la leche procedentes de la vaca en tratamiento
veterinario y a su vez pasan al consumidor. La leche que no cumple con los
requisitos de calidad, debe ser rechazada.
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